Elegí el 24 de marzo de 2001 para dejar estampada la primera bicicleta en una de las paredes de mi ciudad.
Recuerdo que para ese entonces también hicimos una intervención con el grupo En Trámite, en la plaza San Martín de Rosario, frente a lo que fuera un centro clandestino de detención y tortura.
Esa noche, de madrugada, salí con el molde y el aerosol en la mano. Había visto una pared propicia. Quería hacer la “prueba de artista”. Tenía mucha necesidad de ver el resultado.
Recuerdo que las primeras bicicletas las realicé caminando, eligiendo paredones cerca de mi casa. Las realizaba de noche, muy tarde. De regreso, a veces, debía apurarme porque amanecía, y las calles comenzaban a poblarse.
Otra opción fue la de salir los domingos por la mañana, bien temprano. Al principio lo hice con Rafael, un amigo, que conocí durante mis años de exilio, en la ciudad de Saladas, provincia de Corrientes. Me llevaba en su auto para poder estamparlas en lugares muy alejados.
Varios amigos me ayudaron a movilizarme por los barrios periféricos. Recuerdo a Diego, Sergio, Cristian, Marita y Ana, mi sobrina. Con unos realizaba la zona sur, con otros la céntrica; cada uno tenía su preferencia para llevarme a determinados lugares, a lo cual accedía porque me contagiaban su entusiasmo.
La salida con Marita, mi compañera de militancia allá por los años setenta y más tarde mi compañera de grupo, la hicimos un domingo muy temprano. Recuerdo que, cerca del mediodía, después de hacer varias, elegimos un edificio ubicado en la intersección de las calles San Martín y Urquiza. Pensé que había sido una elección al azar. Pero no fue así, ya que luego de haber estampado la bici, ella me dijo que su compañero había salido de ese lugar y no lo había vuelto a ver más.
Ahora, cuando paso por esa esquina, es inevitable ver las dos ausencias, la de Oscar y la de esa bicicleta, que ya taparon.
Más tarde tuve que hacer otro esténcil, un poco más cómodo para su traslado. Resolví dividirlo en tres partes en vez de dos. Usé en este caso, para que fuera más liviano, varillas de madera delgadas para la construcción del marco. Recuerdo que lo llevaba como un bolso, colgando del hombro con una correa. Probé transportarlo en mi bici y funcionó. A cualquier hora salía de “pintada”...
Fernando Traverso
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